miércoles, 6 de junio de 2012

Sam

Creo que ya he llorado suficiente. Estos días he sentido como todo lo que me rodeaba iba desapareciendo. 
Tres años con una persona te crean una rutina, una estabilidad, un sentimiento de seguridad. Al principio pensé que me había quedado sola. Que todo lo que conocía se había convertido en desconocido. 
Sin embargo, hoy me he levantado de buen humor. El día no es que sea muy soleado. A decir verdad, llueve a raudales. Pero estoy cansada de ver mi cuarto. Estoy cansada de las paredes, de la cama, de estar encerrada, de los ojos hinchados y del pesimismo que oscurece mi sonrisa. Además, hoy tengo que visitar un par de pisos. 
Con suerte encontraré uno pequeñito y acogedor. 
Uno de esos pisitos de tres personas con terracita para el verano y brasero para el invierno. Armarios empotrados, camas individuales, cocina a gas y muebles antiguos. 


Si, hoy voy a tener suerte. Quizás no consiga encontrar a nadie que quiera entregar su vida por mí. ¿Y qué? 
Mi vida puede ser entregada por muchos. 

Gabriel

Día 2:

He tenido que ir en metro hasta la capital. Qué agobio. Es una lata de sardinas sudorosas y pestilentes. 
Para colmo se ha sentado un tonel a mi lado al que le apestaba el sobaco más que a nadie. 
Menos mal que contaba con mi música, y con un buen paisaje antes de entrar a la ciudad. 

     En las tres últimas paradas una chica (estudiante supongo) se ha sentado en frente mía. No ha parado de mirarme. A lo sumo tendría dieciocho años. Seguro que será una de esas enamoradizas pesadas. 

En la ciudad me he encontrado a Jou. Llevaba años sin verle. Por lo que me ha contado ha encontrado un buen trabajo y está prometido. Cuando me ha dicho quién era su prometida no he podido evitar sonreír. 
Hace tan solo dos días estaba con una chica. 

-¿Y Sam?
- La dejé el lunes. No sabe nada de esto, así que no se lo digas. 
-Tú y tus relaciones paralelas. ¿Desde cuándo estás con Celia? 
-Desde hace dos años. 
-Guau, y llevabas tres con Sam. Y luego el cabrón soy yo. Bueno, felicidades, supongo. 
-Por favor, no le digas nada. La quiero mucho y siempre ha estado a mi lado.
-Lo sé. 

Tuve que controlarme para no pegarle. Me despedí rápido y me fui sin mirar atrás. 
Hacerle eso a Sam. 

Sam es una de esas chicas duras. Es fuerte y siempre tiene una palabra con la que consolarte. 
Sam creo que ha sido la única mujer que no he querido tocar. Y no porque no me apeteciera, sino porque no creo en el amor, y sé que ella se merece a un tío que le haga el desayuno todos los días. 

Llevo bastante sin verla. Demasiado. Es cuatro años más pequeña que yo. 
La conocí en mi garaje. Vino acompañando a Jou. Por aquel entonces Jou y yo teníamos un grupo, "Los inconscientes". Él era el vocalista, y yo el batería. También estaba Lili, la bajista, y Marcos, el guitarra. 
Fuimos bastante populares. Dimos varios conciertos por toda España. Incluso llegamos a grabar discos. 
Si alguna vez véis una carátula en la que ponga "Los inconscientes" comprar el disco. 

Extraño de vez en cuando aquellos tiempos. El grupo sacó mucho de mi. Si no hubiera pasado lo que pasó, ahora quizás estaríamos en la cima del metal. 

Si no se hubiera matado, las cosas irían mejor. Dije que no hay que temer a la muerte, pero si hay algo que me guste menos que los cobardes, son los cobardes dobles. Los que buscan en el suicidio la esperanza. 

Presiento que pronto me encontraré a Sam en el cruce de alguna calle. Ella siempre está. Siempre.

David

Hoy ha sido un día del carajo. He estado con mis amigos jugando al fútbol, he conseguido el teléfono de una chica (que además de estar buena es simpatiquísima), he jugado con mis sobrinos en el parque y me han hecho para cenar canelones. Mi plato favorito. Y todo gracias a que ayer pisé una mierda. ¿Se puede ser más feliz que yo? Imposible. 

Ahora después de cenar me toca ir al trabajo. Trabajo de noche de reponedor en el Mercadona. Es un buen trabajo. Además ese dinero viene bien a mi familia. 
Estaré hasta las doce del mediodía trabajando y luego a dormir. Nunca pensé que encontraría trabajo. Y mucho menos en una empresa como Mercadona. Eso de dejar mis estudios no fue buena idea. La verdad es que me gustaba estudiar, pero me junté con la gente que no debía y me dejé influír. Eran muy majos, eso sí. 
Al final tuve que elegir, o mucho dinero para profesores particulares, o ayudar a mi padre en su trabajo. 
Elegí lo segundo. Y ya véis, después de cinco años donde estoy. 

La gente se queja de estos trabajos, pero a mí me gustan. Conoces a gente encantadora, aprendes cosas nuevas, y sólo te exigen resistencia. Y yo soy un superviviente. 

Pasado mañana operan a mi hermana. Mi padre y yo hemos tenido que trabajar más horas para poder pagar la operación, porque la Seguridad Social no la cubría. 
Ella está un poco asustada, pero sabe que se va a poner bien. Supongo que esta noche me pedirá que le cuente el cuento del rey y el anillo, ese que dice "Todo pasará". 

Aunque no haya terminado mis estudios, siempre me ha encantado leer. Por eso he ido aprendiendo con mi hermana y sus libros de clase. Ella este año termina segundo de bachillerato. 
Yo tendría que estar en tercero de carrera. 

Bueno, me voy, que si no no me da tiempo a ducharme, y no se puede ir guarro a trabajar. 


Sam:

Mi novio me ha dejado. Después de tres años saliendo ha decidido que le van más las rubias. 
Está cansado de que pase de él, de mis estudios, de mis amigos, de mi música, de todo lo que me rodea. 
Ayer por la noche le hablé como siempre. Él agachó la cabeza y torció el gesto. Luego me cogió las manos y dijo, tan tranquilo: 
-Ya va siendo hora de que cada uno siga su camino por separado. Han sido unos buenos años, pero he encontrado a la persona por la que merece la pena perder la vida.


Sabía que esto iba a pasar. Cuando empezamos a salir, yo era su amiga. Era esa chica que le animaba, que le daba palmaditas en la espalda y con la que se acostaba sin tener que pedir permiso. 
Esto no quiere decir que yo sea una abierta de patas. Solo que veo las cosas como son. El sexo es sexo, y el amor es amor. Cada uno por su lado. Yo sentía amor, él quería sexo. ¿Puede haber algo más complentado que eso?
El día que me pidió que fuera su novia le había dicho "Yo no te voy a hacer feliz. No te voy a besar cuando quieras besos, ni voy a complacerte siempre que lo pidas. No voy a decirte te quiero, ni te amo, ni nada. 
Pero me tendrás cuando busques una sonrisa, cuando necesites un hombro, cuando no puedas dormir. Mientras buscas la felicidad, yo seré lo que te mantenga con vida". 


Así que si, digamos que desde el principio sabía que la relación estaba condenada al fracaso. 
No, no lloré. No le dije que lo pensara, que le quería, que no podía estar sin él. 
Tan solo sonreí, le di mi enhorabuena y me fui, con la frente alta. Para llorar ya tengo mi cuarto. 


Mi madre creo que se ha dado cuenta, pero sabe que no debe preguntar. Tengo ya veinte años. Si sigue preguntando y consolándome jamás me iré de casa. 
La semana que viene comienzo a buscar piso. Quiero dejar atrás estos tres años. Soy fuerte y muy cabezota, y si me propongo olvidar, lo consigo. 




Pero hoy, dejadme llorar tranquila. Que mañana me comeré el mundo.

Luz

Hoy, he visto al chico de mis sueños. Sé que no debería comenzar así pero, tengo que escribirlo. Mi corazón me pide contarlo a los cuatro vientos. 
Hace dos noches vi una estrella fugaz, y le pedí que por favor, conociera al chico adecuado. 
Y, ¡hoy lo he visto!.
Pensaba que lo de conocer a alguien en el metro era mentira. Que solo ocurría en las películas. 
Pues bien, hoy estaba sentada en uno de los asientos del metro. Me acababa de sentar y llevaba esperando de pie como diez minutos. Para mi parada quedaba cerca de quince minutos, así que me puse los cascos y cerré los ojos. Cuando los abrí, sorprendida por el pitido del metro, estaba en frente. 
LLevaba una camisa blanca, con botones hasta el pecho, (obviamente desabrochados), un collar con un la cabeza de un león y unos vaqueros negros deshilachados. 
Cuando me fijé en su cara me dio un vuelco el corazón. Siempre he tenido una obsesión mal sana por los morenos de ojos azules. Sus ojos podrían haberme congelado si me hubiera mirado fijamente. 
Tenía el pelo medio largo, casi le llegaba a los hombros, y un poco alborotado (pero no era escarola ¿eh?. Era más como, ondulado) Las facciones eran alargadas. Las cejas perfectas. Y su frialdad penetrante.
Tenía una postura de pasota. Las piernas separadas, recostado en el asiento y con un brazo por encima del respaldo de los demás sitios. 
El otro brazo descansaba sobre su pierna izquierda. Brazos firbrosos, marcados por las venas. 
Mientras miraba su anillo, noté su mirada clavada en mí. Levanté la cabeza y sentí un nudo en la garganta. 
Me estaba mirando. Pero no analizándome, ni extrañado, ni molesto. Sólo me miraba. Como si mirara a una pared. Su vista me traspasaba y se perdía por la lejanía de la ciudad. 
Sonreí y bajé la cabeza. Él ni se inmutó. Miré la hora en el móvil y cuando volví a mirar al frente había desaparecido. 
Sé que es una tontería que describa esto como si fuera mi media naranja...pero, no sé. Siempre he sido muy enamoradiza, pero nunca había estado tan interesada en un desconocido. 


He estado toda la mañana pensando en él. ¿Cómo se llamará? ¿Dónde vivirá? ¿Cogerá ese metro todos los días o solo los miércoles? ¿Me vio? 


Demasiadas preguntas. Y muchas ganas de que este día termine para mañana poder ir al metro de nuevo, cerrar los ojos, y verle aparecer. 

Gabriel

Día Uno:
       Me llamo Gabriel. Mis apellidos, mi edad, mi físico, no importan. 
Solo tenéis que saber que mi nombre es Gabriel, que mi mundo es el vuestro, y que hoy es seis de junio de 2012. 
       No escribo como método de evasión. No escribo para que la gente se compadezca de mí, y mucho menos para que la gente sepa cómo me siento. Escribo porque me han obligado a hacerlo. Según los psicólogos, no es bueno guardarse las cosas dentro. 
Sinceramente no les entiendo. Mostrar los sentimientos es algo de débiles, es algo animal y nada racional. 
¿Amar? Por favor, el amor no existe. Es solo una invención, es el impulso sexual reprimido. 
Nada dura para siempre, y si dura hasta la muerte, es porque la muerte llegó antes que el final. 
       
       No soporto la humanidad, ni los animales (excepto los gatos) ni los regalos, ni las sorpresas.
No hablo si no es para decir algo importante, porque no temo el silencio. No creo en aquello que no se pueda ver, ni tocar, ni sentir, ni escuchar. La religión, al igual que la política me la traen al pairo. 

       Odio a los obesos, a los arrogantes, a los enterados y a los hipócritas. Los gays me caen bien. Las lesbianas me ponen. La cerveza es mi pasión, el jack Daniels mi vida y la batería mi amante. 
Fumo. Muchísimo. Y no pienso dejarlo. 
       
       Me apasiona el riesgo, lo prohibido, lo morboso y lo inmoral. Y pienso que si te llega la hora, tienes que aceptarla con dignidad. 

       ¿Música? Metal. Death metal, power metal, black metal, nu metal y todo lo que acabe en metal. Las películas sangrientas, de terror, de acción y con finales inesperados son mi perdición. Nunca me veréis en una comedia romántica. Las vacaciones, viajando. Solo mi mochila, unos cuantos euros y yo. 

Soy manipulador, calculador y me encantan los retos. De mí dicen que soy un ser sin corazón, repugnante e inhumano. Me hace gracia. 
Sé en qué piensas con tan solo mirarte a los ojos. Conquisto con media sonrisa. Abandono de espaldas, después de una buena noche y tengo una capacidad increíble para olvidar lo que quiero.

Con esto, creo que ya os imagináis cómo soy. No necesitáis más por el momento. Me voy a fumar al tejado. Ahí os dejo.










Diario :