martes, 30 de octubre de 2012

David

Una última parada.

Me levanto cada día de la cama y sigo vivo. Muchas veces miro de reojo su habitación, aun sabiendo que no está...solo por ver si algo ha cambiado. Pero la vida sigue, con o sin ella.
"Las cosas cambian muy rápido. Tanto, que a veces no le dan tiempo a la mente para seguirlas".
A veces, ni siquiera se pueden ver, como las estrellas fugaces, o la subida y bajada de la marea.
Lo importante es que poco a poco voy abriendo más los ojos. Se me hace más fácil mirar al sol y no sentirme culpable por estar vivo. Poco a poco avanzo, subo los peldaños de una escalera que no tiene fin.
Y en parte, debo darle gracias a mi nuevo trabajo.
Soy ayudante en un centro de desintoxicación. Limpio, arreglo las tuberías, me encargo de la recepción y en mis ratos libres presencio terapias.
Trato tanto con médicos como con pacientes. Y son con estos últimos con los que me paso las horas muertas. Sobre todo con uno en particular. Su nº identificativo es 00523. Se llama Marcos.
Lleva en el centro cerca de dos meses por adicción a la cocaína y otras drogas.
Una vez me dijo que no sabía como seguía vivo. Había hecho todo lo posible por matarse, incluso había dormido semanas en la calle. Pero que siempre que veía la luz, una mano le agarraba y le devolvía a la vida.
Yo me reí cuando me lo contó, pero lo entendí.
No sé mucho de su pasado...solo que era guitarrista de un grupo. Le he pedido que me enseñe a tocar la guitarra, pero ahora le tiene pánico. Cada vez que escucha un par de notas se remueve en el asiento.

Quizás lo que más he aprendido de él sea que da igual cuanto intentes retener el pasado, siempre avanzarás.

Por eso me levanto cada  día. Aunque la extrañe, aunque tenga ahora mismo el corazón podrido y lleno de dolor, tengo que seguir.
Ya está difícil conseguir un sueldo mediocre, un piso barato y un coche que funcione por menos de 2000 euros como para pasarme todo el tiempo quejándome de la mala suerte que le ha tocado a mi familia.
Mi padre está sin trabajo, y seguramente no lo encuentre porque está entre el perfil de la poplación con más dificultades para hacerlo. 
Todas las mañanas, antes de irme a trabajar le veo levantarse y mirar el periódico una y otra vez, por si algo ha cambiado. Su cara de decepción es la mermelada de mi tostada. Un hombre sin trabajo es un hombre inútil. No puede demostrar que sirve para algo. 
Ha ido a un par de manifestaciones, esperando a que el Gobierno por fin le eche cuentas, pero ¿qué va a hacer el Gobierno? Los altos cargos solo son capaces de mirar que su culo no se quede fuera del montón de dinero. 
Y mi madre la pobre trabaja sin seguro. Es una de tantas asistentas del hogar, más comúnmente llamadas chachas, que se parten el lomo día a día por unos míseros euros. 
Es otro de los motivos por el que necesito mirar hacia delante. 


Pero por las noches, cuando mis padres, adormilados, ven la televisión, es cuando más solo me encuentro. Si Sara estuviese aquí, ¡Cuántas cosas haría! Nos disfrazaríamos para montar nuestra película, juntaríamos partes de cuentos con otras hasta formar la historia perfecta, veríamos una película antigua juntos, criticando las de ahora (que son comerciales sin un ápice de originalidad)...
No, ya no tengo esas noches. Es el pasado amargo que me ha tocado recordar. 
Podría llorar, hincharme de pastillas para dormir y vivir sin darme cuenta de mi existencia. O puedo hacer lo único que sé. Recordarla y aprender de ella en cada paso que doy. 
Es pronto para poder retenerla en mi mente con una sonrisa, pero estoy seguro de que lo conseguiré. Poder, alguna vez, pasar una noche en mi cuarto sin sentirme solo. 
Hasta entonces, mi última parada antes de dormir, es a unos pasos de la puerta de su cuarto, donde meses antes gritaba ¿Quién está lista para jugar?

Diario :