martes, 11 de diciembre de 2012

Luz

Y al final... te ataré con todas mis fuerzas.

Ayer se casó mi prima Silvia, por parte de padre. La boda, que estaba prevista para dentro de dos semanas se adelantó por causas desconocidas. Su novio, Dani, mencionó algo de un viaje. 
Así que ese día temprano me fui a casa de mis padres, para irnos todos juntos a la Iglesia. 
La ceremonia preciosa. Muchos invitados, la iglesia llena de flores blancas y rojas. La alfombra llena de pétalos y mi prima...mi prima perfecta. Era una mujer de un cuento de hadas. Normalmente no me gustan las mujeres vestidas con traje de novia, no se ven bien. Demasiado cargadas y arregladas. Con peinados rebuscados y recogidos que apestan a laca. 
Silvia iba con un semirecogido caído, enganchado en la nuca. Algunos mechones le caían por el cuello y la cara. Era un peinado casual, precioso, y lo único que tenía de arreglado era una horquilla con una flor blanca perlada. 
El vestido era, para mi gusto, un poco pomposo. Pero la ausencia de predería y el color mate de la tela le daban el toque de sencillez que contrarrestaba con su pomposidad. Iba muy guapa. Y su novio, ahora marido, también. Lo que pasa es que los hombres lo tienen más fácil. El traje le suele sentar bien. 

El banquete se hizo en el salón principal de un club de élite. Era un salón precioso, como el que sale en las películas de Luis XIV, lleno de espejos, esculturas... El suelo era de mármol, y alternaba el blanco y el negro. Las paredes, con esculturas y grabados estaban recubiertas con pan de oro. El techo era altísimo, y de él colgaban dos lámparas de araña con cristales que se entrelazaban. Había unos frescos en el techo tan bonitos que la gente no paraba de mirar hacia arriba. Las puertas de acceso a la sala, grandes portones de madera gruesa, estaban cubiertas con unas cortinas oscuras que caían desde arriba, como si la oscuridad impidiera ver la salida.

Me había tocado en la mesa de los jóvenes. Me pareció ridículo que nos llamaran así cuando mi prima solo se llevaba seis años conmigo. Me senté entre dos de mis primas. Conocí a varios chavales y cenamos hablando de los estudios, los sitios para salir y demás temas sin importancia. 

En el descanso entre un plato y otro, me levanté para ver cómo estaban mis padres.(Sñe que es raro que me preocupe ahora tanto por ellos, tal y como terminaron las cosas...pero hemos decidido darnos una oportunidad. Me han encontrado un trabajo para que pueda seguir pagando el piso, y me han dicho que están muy orgullosos de mí. Así que sí, estoy últimamente muy pegada a ellos)
 Cuando llegué le toqué el hombro a mi madre y se giró sonriendo. 
-¿Qué tal la cena?
-Buenísima. ¿Y a ti como te va? ¿Has hecho amiguitos?
-Mamá...
-Ya ya, mientras te lo pases bien, da igual si haces amiguitos o no. ¿Has ido a saludar a la prima?
-No, todavía no. Iba a esperar al baile.
-Tu padre y yo ya hemos ido. Se la ve muy bien. Nos ha presentado a un amigo suyo. Es el que está de pie en la puerta. 

Busqué en la dirección que apuntaban los ojos de mi madre y lo vi. Un hombre, de espaldas, con media melena oscura. Si había dicho que los hombres lo tenían fácil con los trajes me había adelantado. A nadie de la sala le sentaba tan bien el traje como a aquel hombre. Ajustado sin apretar. A medida. Pff...

-Si...Es muy guapo...Tiene unos ojos...
-Azules. 
-Si. ¿Cómo lo sabes?
-Nada, intuición.

No, no era intuición. Reconocería esa silueta en cualquier parte. Lo había estado observando durante meses. Lo había cuidado, desnudado y bañado. Era Gabriel.
Quise acercarme pero me daba vergüenza. Avancé unos pasos hacia él, pero tras pensarlo mejor me di la vuelta y me senté en mi sitio. 

Uno de los chavales de mi mesa me dijo de salir un rato. Otro insistió en bailar. Ambos obtuvieron como respuesta una sonrisa de negación.

Terminó la cena y nos hicieron levantarnos. en cinco minutos quitaron las mesas enteras y dejaron la sala tan solo con la mesa nupcial. Entró entonces la banda. Y comenzaron a presentarse. 
Silvia y Dani se situaron en el centro, a espensas de que comenzara el vals. 
Mi padre y mi madre también se cogieron de la mano. Y sin saber cómo, terminé de la mano del chico que me había pedido bailar.
Así que empezó a sonar la canción. Era de bunbury. Silvia bailaba tan bien...se les veía tan bien a los dos juntos. Después de la primera estrofa, todo el mundo se unió al baile. Mi acompañante apenas ponía un pie bien detrás de otro, pero por lo menos me divertí bailando. Cuando iba a terminar la segunda estrofa alguien me agarró por la cintura y me dio la vuelta. No sé que fue de mi compañero de baile. Tampoco me importó. 
Tenía a Gabriel justo en frente, pidiéndome bailar con él. Acepté encantada y comenzamos a movernos. Era tan suave. Seguía el ritmo de mi corazón, y la música nos seguía a nosotros. 
Gabriel acercó sus labios a mi cuello, y me habló fuerte, pero había tanto ruido que apenas era un susurro.
-No sabía que estuvieras aquí.
-Pura coincidencia. ¿Por parte de quién vienes?
-De la novia. 
-¿Familia?
-No, amiga, más bien. 

Hizo un gesto raro con la cabeza y sonrió. Me acerqué y le pregunté:
-¿Y por qué bailas conmigo?
-Porque hoy estás demasiado perfecta como para que un niñato estropee tus zapatos.
-Gracias, supongo.

Sonreí y apoyé mi mejilla en su hombro y noté el vaivén en el que nos encontrábamos. La letra de la canción era triste, pero con mucho amor. 
En el estribillo, Gabriel me agarró con fuerza, como si no quisiera que la canción terminase.Y mientras sentía sus brazos rodeando mi cuerpo, la letra retumbaba en mi cabeza.
"Y al final te ataré con todas mis fuerzas, mis brazos serán cuerdas al bailar este vals. Y al final quiero verte de nuevo contenta, sigue dando vueltas si aguantas de pie".
La canción terminó, pero yo quería seguir bailando. Gabriel se separó y aplaudió. Justo después desapareció de la sala por una de las puertas. Intenté seguirlo, pero no lo encontré. 

Me quedé con la sensación de haber perdido algo. De no haber aprovechado la ocasión. 
Estaba confundida. ¿Por qué esa canción? ¿Por qué él? 

Si tan solo me hubiera esperado...Estaría todavía bailando con él.



Sam

Una extraña coincidencia.

Acabo de volver de una barbacoa que han organizado unos amigos. Al principio no me apetecía, ya que iba sola. Irene estaba con su nueva novia, Luz estaba en una boda y Gabriel estaba desaparecido.

Lo de Irene me ha sorprendido gratamente. Ahora es mucho más positiva, alegre y entusiasta. La veo rebosante de energía. Sabía desde hace tiempo que se traía algo entre manos, pero no quise preguntar. 
Me ha contado que cada día está más enamorada de su pareja, que le da la fuerza suficiente como para afrontar todo lo que se le venga encima. Está tan bien. Hubo un momento en que la llamaa se quedó estancada. Le iba a preguntar que si se quería venir conmigo a la barbacoa pero la escuché sollozar. 
"¿Qué te pasa?" "Nada, siento como si le estuviera traicionando a Sara. Soy tan feliz, y ella ya no está aquí. ¿No debería estar triste?" "Las personas quieren, aun sin darse cuenta. No has dejado de quererla. Simplemente, has encontrado a una persona a quien también querer. No tienes por qué sentirte mal. Ella seguro que se alegra por verte así".  "Si, se alegrará. De todas maneras quedaré con su hermano para ver cómo está".

Mucha charla para que me dijera que no podía venir. 
Así que he ido a la barbacoa totalmente sola. Conozco a la gente, pero no son parte de mi círculo de amigos. Son conocidos con los que charlar un rato. Gente simpática, cachonda, divertida pero totalmente vacía. No digo que sean vacíos. Tendrán sus problemas, sus personalidades, sus gustos...solo que no me transmiten nada. Ni yo quiero romper el muro ni ellos quieren bajar el puente.

Lo importante es que la quedada salió bien. Hasta que llegó él.
Veréis, no entiendo cómo las personas pueden conocerse, entrelazarse, de tal manera que tu pasado se vea liado con tu presente y este a su vez ahogue el futuro. 
Bien, para poner en situación. Estaba tan tranquila en una manta, bebiendo y escuchando a un tal Germán tocar una guitarra. De repente, Germán paró. Me di la vuelta para ver el motivo de su repentina parada y no era otro que David. 
David, el ex de Luz. David el chaval guapo y encantador, acababa de coger la guitarra de Germán y se la llevaba a otro chico que estaba sentado de espaldas. 
Me levanté para saludarlo. Se sorprendió de verme y me dijo que me sentara a su lado, que iba a presenciar el milagro de la música.
Sonriendo, le contesté que ya veríamos. Pero la guitarra comenzó a sonar. Al principio eran unos golpes torpes, no sincronizados, arrítmicos e imperfectos. Luego, los dedos comenzaron a acostumbrarse al mástil. Apretaban más fuertemente las cuerdas, cogieron velocidad, ritmo y vida. 
Sonaba tan bien. Tan bien que me recordaba a alguien. Alcé la vista diciéndome a mí misma que era imposible, y me tuve que quedar blanca, porque Marcos, el que hacía unos meses estaba tirado en un callejón, estaba en frente mía, mejor que nunca. Marcos llevaba la música en su interior. ¿Cuánto tiempo llevaría sin tocar la guitarra? Desde lo de Lily seguro. Era casi imposible que tocara así. 
-¿A que es bueno? Era guitarrista en un grupo.
-¿Si? Toca bastante bien.
-Si. Lo he conocido en el centro donde trabajo ahora. Le daba miedo la guitarra, pero tras unos cuantos perritos y un par de jarras de vino la ha cogido con gusto.
-Ya se ve.
-Tienes mala cara. ¿Te pasa algo?
-No, tranquilo. Es solo que... nada.

Preferí callarme y continuar escuchando. Pero justo después de cerrar la boca Marcos dejó de tocar la guitarra y levantó la vista. 
-Hola, Sam. 
-Marcos.
-Cuánto tiempo.
-Mucho. Estás muy bien.
-Lo mismo digo. ¿Sigues con Jou?
-No. 
-Bueno, nunca vi mucho futuro en esa relación.
-Ya, qué se le va a hacer. Uno cuando se enamora no piensa en el qué pasará.

Mientras Marcos y yo hablábamos, David nos miraba sin entender. Así que le expliqué que yo había salido con el vocalista del grupo de Marcos. Que lo conocía desde hace mucho y que Gabriel era el batería.
-Entonces todos os conocéis.
-Si. 
- ¿Y por qué no habéis quedado?
-Verás, nos distanciamos. Sam se fue con Jou. Gabriel desapareció y yo...bueno, ya sabes. El grupo terminó como empezó un día. Sin nadie. 

Continuamos hablando un largo rato. David intentaba por todos los medios que quedáramos todos. No se daba cuenta de que era una situación incómoda. Después de tanto tiempo, tanto resentimiento y tanta culpabilidad...era demasiado difícil volver a ser lo que un día fuimos. 
Además, ¿Cómo se tomaría Gabriel esto?

Me despedí de ellos un poco más tarde. Estuve con otra gente, comí un poco y me vine a casa. Y aquí me hallo. Escribiendo, sola, con una sensación extraña en el cuerpo. 
Es como cuando se te pierde algo, y hasta que pasan los años no lo encuentras. Al principio te invade una felicidad al recordar lo que era, pero después piensas...¿qué hago ahora yo con esto?
Supongo que tardaré en asimilarlo. O eso, o simplemente dejaré que pase lo que tenga que pasar. 

David

Un guitarrista frustrado

Las cosas últimamente van muy bien. El trabajo cada día me gusta más. Salgo con mis amigos (que había dejado un poco abandonados) y tonteo con alguna que otra chica. 
Lo que más me ha gustado de estas dos últimas semanas es la amistad que hemos forjado Marcos y yo.
Nunca había tenido a alguien que pudiera entenderme como lo hace él. 
Cuando le conté mi pérdida, su rostro se ensombreció, y me habló de su novia, de su antiguo grupo de música, de una familia que se interpuso y de la muerte de la mujer de su vida y su futuro hijo. Se iban a escapar, pero los padres de ella le impidieron salir de casa. Le apalearon y al día siguiente apareció muerta. 
Marcos me dijo que cuando ella murió él lo notó. Desde entonces ha estado vagando de un sitio a otro, buscando un buen suelo donde caerse muerto. 

Su historia me estremece. Él perdió todo su futuro en un día. Perdió todo. Y sin embargo lo tenía a mi lado, ahora un poco melancólico, pero normalmente sonriendo, esforzándose por quitarse de los vicios. Intentando ser un buen hombre.

Mañana le dejan salir del centro. Es su día libre. Puedes salir un día entre semana y todo el fin de semana. Pero el domingo tiene que estar a las nueve ya en el centro.  Mañana es miércoles. Así que tendrá desde las ocho de la mañana hasta las doce de la noche para poder disfrutar de la ciudad un poco. Creo que voy a llevarlo con mis amigos un rato. Es mayor que yo, pero no creo que haya problema.
Además, creo que hacen una especie de quedada-barbacoa. Así que será perfecto. 
Quizás conozcamos nuestro futuro en esa barbacoa. Quién sabe.
Lo que está claro es que hablaré con alguien para que se lleve una guitarra. No quiero asustarlo, pero con suerte, rodeado de gente, se sienta con fuerzas para tocar de nuevo. 

Y si se le quita el miedo a la guitarra, y vuelve a tocar a diario...ya tengo un buen regalo que hacerle. 
¡A ahorrar se ha dicho!



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