Creo que ya he llorado suficiente. Estos días he sentido como todo lo que me rodeaba iba desapareciendo.
Tres años con una persona te crean una rutina, una estabilidad, un sentimiento de seguridad. Al principio pensé que me había quedado sola. Que todo lo que conocía se había convertido en desconocido.
Sin embargo, hoy me he levantado de buen humor. El día no es que sea muy soleado. A decir verdad, llueve a raudales. Pero estoy cansada de ver mi cuarto. Estoy cansada de las paredes, de la cama, de estar encerrada, de los ojos hinchados y del pesimismo que oscurece mi sonrisa. Además, hoy tengo que visitar un par de pisos.
Con suerte encontraré uno pequeñito y acogedor.
Uno de esos pisitos de tres personas con terracita para el verano y brasero para el invierno. Armarios empotrados, camas individuales, cocina a gas y muebles antiguos.
Si, hoy voy a tener suerte. Quizás no consiga encontrar a nadie que quiera entregar su vida por mí. ¿Y qué?
Mi vida puede ser entregada por muchos.
Esta es la historia de cuatro personas. Sus mundos están ligados aunque no se hayan percatado. Cada uno tiene sus sueños, sus gustos, su personalidad. Pero todos comparten una cosa: nunca dijeron lo que podían decir.
miércoles, 6 de junio de 2012
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