Hoy, he visto al chico de mis sueños. Sé que no debería comenzar así pero, tengo que escribirlo. Mi corazón me pide contarlo a los cuatro vientos.
Hace dos noches vi una estrella fugaz, y le pedí que por favor, conociera al chico adecuado.
Y, ¡hoy lo he visto!.
Pensaba que lo de conocer a alguien en el metro era mentira. Que solo ocurría en las películas.
Pues bien, hoy estaba sentada en uno de los asientos del metro. Me acababa de sentar y llevaba esperando de pie como diez minutos. Para mi parada quedaba cerca de quince minutos, así que me puse los cascos y cerré los ojos. Cuando los abrí, sorprendida por el pitido del metro, estaba en frente.
LLevaba una camisa blanca, con botones hasta el pecho, (obviamente desabrochados), un collar con un la cabeza de un león y unos vaqueros negros deshilachados.
Cuando me fijé en su cara me dio un vuelco el corazón. Siempre he tenido una obsesión mal sana por los morenos de ojos azules. Sus ojos podrían haberme congelado si me hubiera mirado fijamente.
Tenía el pelo medio largo, casi le llegaba a los hombros, y un poco alborotado (pero no era escarola ¿eh?. Era más como, ondulado) Las facciones eran alargadas. Las cejas perfectas. Y su frialdad penetrante.
Tenía una postura de pasota. Las piernas separadas, recostado en el asiento y con un brazo por encima del respaldo de los demás sitios.
El otro brazo descansaba sobre su pierna izquierda. Brazos firbrosos, marcados por las venas.
Mientras miraba su anillo, noté su mirada clavada en mí. Levanté la cabeza y sentí un nudo en la garganta.
Me estaba mirando. Pero no analizándome, ni extrañado, ni molesto. Sólo me miraba. Como si mirara a una pared. Su vista me traspasaba y se perdía por la lejanía de la ciudad.
Sonreí y bajé la cabeza. Él ni se inmutó. Miré la hora en el móvil y cuando volví a mirar al frente había desaparecido.
Sé que es una tontería que describa esto como si fuera mi media naranja...pero, no sé. Siempre he sido muy enamoradiza, pero nunca había estado tan interesada en un desconocido.
He estado toda la mañana pensando en él. ¿Cómo se llamará? ¿Dónde vivirá? ¿Cogerá ese metro todos los días o solo los miércoles? ¿Me vio?
Demasiadas preguntas. Y muchas ganas de que este día termine para mañana poder ir al metro de nuevo, cerrar los ojos, y verle aparecer.
Esta es la historia de cuatro personas. Sus mundos están ligados aunque no se hayan percatado. Cada uno tiene sus sueños, sus gustos, su personalidad. Pero todos comparten una cosa: nunca dijeron lo que podían decir.
miércoles, 6 de junio de 2012
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