lunes, 3 de septiembre de 2012

David

Nervioso. ¿Nervioso? Excitado, taciturno, bipolar, estresado, contento, enamorado, dubitativo, desconfiado...

¿Cómo estoy ahora? Quien se lo pregunte...ni idea.

La noche con Luz fue algo espectacular. Fue dulce, pero a la vez chispeante. Eléctrica, más bien.

Imagináos la ciudad más encantadora del mundo, de noche, atravesada por un río caudaloso en invierno y fresco en verano, cruzado por un puente de piedra con farolas a ras del suelo. Al final del puente, una mezquita iluminada con pequeños haces  de luz amarillo cálido, que hacen que la piedra, y sus sombras, cobren vida. 
Y todo, rodeado de casitas, edificios y gente. Bien, pues no es nada comparado con su compañía.
Creía saberme bien la historia de mi ciudad. Luz me ha dejado por los suelos. Cada piedra, cada esquina, cada estatua...todo son leyendas, mitos, historias de amantes y reyes... Hasta me habló de un cocodrilo. 

Sé que si esos cuentos me los hubiera relatado otra persona, mi reacción sería totalmente diferente. Hubiera sido educado pero incrédulo, incluso habría desconectado. 
Sin embargo me atraía su voz, sus gestos, su sonrisa. La manera de contar que tenía. Sabía que era mentira, que eran cuentos para niños, pero parecía tan real. ¿Y qué mentira no tiene un trozo de verdad? Tenía tantas ganas de que fueran verdaderas las historias que mi razón se echó a un lado. 

La besé en el puente, debajo de un arco, en la puerta de bronce, en la calleja María, en la Gran Plaza, en el túnel y en frente de su casa. Y la hubiera besado mucho más si mis rodillas hubieran dejado de flaquear. 

Esta noche....esta noche voy a su casa. Me invitó y no dudé en decir si. 
Me ha contado maravillas de su compañera. Pero ojalá que sea un poco considerada y se vaya. 

Luz es para mí solo. Su sonrisa, si no tiene mi nombre ya, me pertenecerá algún día.

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