He encontrado el lugar donde espero vivir toda mi vida.
Es un piso pequeño, con una terraza en el salón, una cocina con una mesa de madera en el centro y un pasillo que lleva a los dormitorios.
Está, además, en el mejor sitio de toda la ciudad. Cerca del centro pero sin calles grandes alrededor, lo que supone menos ruido de coches.
Cuando volvía de ver el piso y hablar con el dueño, un imbécil casi me atropella.
Es verdad que estaba en el carril bici, pero, ¿no tiene ojos?
Lo único que me ha calmado ha sido ver su caída en el barro.
Le he preguntado que si estaba bien, me ha sonreído, ha dicho que si y se ha ido.
Ahora que lo pienso podría haberme gritado o haberme insultado. Sin embargo, solo ha sonreído. Un espécimen raro.
Las calles estaban desiertas mientras volvía a casa. Solo el parque de enfrente mostraba un poco de vida. Extrañaré ese parque y sus flores, su gran fuente en el centro y sus palomas blancas.
Todavía recuerdo cuando salíamos del colegio cogiditos de la mano, hacíamos un círculo alrededor de la fuente y cantábamos.
Nuestras ganas de crecer nos imposibilitan disfrutar del día a día. Y ahora, lo añoro.
Jugar en los columpios, comer helado todas las tardes sin preocuparte del precio, saltar, reír, correr, caerse y no sentir el dolor...Enamorarse de uno, dos o tres niños. Casarse, darse besos en la boca y acto seguido ir a Dirección para escuchar la riña de la directora...
Ahora nadie me riñe. Pueden mirar mal, pero nadie es capaz de decirme si lo hago bien o no. Nadie me puede aconsejar sobre mi vida, porque en ella todos somos estudiantes. Sólo somos maestros de la experiencia. Somos nadie en un mundo de todos.
La sinceridad con la que antes hablábamos, y por la cual nos castigaban tanto nuestros padres .."no se debe decir eso" ha desaparecido. Nos educamos con mentiras, ilusiones que se esfuman, hipocresía y miedo de no ser aceptado.
Me encantaría poder decir alguna vez todo lo que pienso, en vez de escribirlo en un diario.
Poder decir que echo de menos a Jou, y que lo odio con todas mis ganas. Que quiero encontrar trabajo pronto, que necesito a mi madre detrás para que me arregle la ropa, que las niñas de doce años están horrorosas maquilladas y que sin nadie en mi cama me es imposible dormir.
En vez de decirlo, lo guardo, y lleno estas páginas que quedarán en un rincón de la estantería olvidadas.
Esta es la historia de cuatro personas. Sus mundos están ligados aunque no se hayan percatado. Cada uno tiene sus sueños, sus gustos, su personalidad. Pero todos comparten una cosa: nunca dijeron lo que podían decir.
jueves, 7 de junio de 2012
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