sábado, 9 de junio de 2012

David

Sara está en coma. Pensaba que era un cincuenta por ciento, y no me di cuenta de que había una remota posibilidad de que se fuera parcialmente. 
No saben cuándo va a despertar.  Por lo visto la reanimación no fue bien. No se sabe si falló la anestesia, si fue la operación...no me he enterado. No entiendo a los médicos y su lenguaje. Lo único que sé es que me he pasado toda la noche observándola, como si estuviera dormida, deseando que se despertara de un momento a otro como si fuera una noche más. 


Mis padres están destrozados. No saben qué hacer ni qué decirse. Derrumbados, y los entiendo. 
Tocar la mano de mi hermana y no sentir la yema de sus dedos acariciándome me hace estremecer.


¿Por qué no salió bien? 


Si no sale del coma en unos días, tendremos que decidir si mantenerla o desconectarla. 
No lo hemos dudado. Seguirá conectada. No sé mucho de medicina, y aunque me digan que ella ya se ha ido y que no volverá me opondré con todas mis fuerzas a su asesinato. 


A partir de ahora, iré todos los días al hospital a leerle cuentos, a hablarle, a lo que sea. 
Por si acaso mi voz le llega, para que no se sienta sola. 


Sara es fuerte, es una superviviente. Y si ahora no encuentra suelo donde aterrizar o modo con el que levantarse, yo estaré ahí para sostenerla. Porque eso es la familia, un punto de apoyo incondicional  y eterno.


Desde aquí, con esperanza, despiértate.

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