viernes, 8 de junio de 2012

David

Estoy ahora mismo en la sala de espera del hospital. Llevo como dos horas moviéndome de un lado a otro sin saber bien qué hacer. 
Hasta esta mañana he aguantado el tipo. Ahora se me hace un poco más difícil. 
La operación dura más o menos tres horas. Es una operación con un 50% de supervivencia. Es una botella medio llena, la cruz de la moneda, el lado oculto de la Luna. 


Es un sí o un no, sin posibilidad de algo a medias. O verla o no verla. O escuchar su voz o no poder sino recordarla. 
Ahora más que nunca necesito a alguien a mi lado que me diga : "tranquilo, todo va salir bien".
Alguien en el que pueda apoyar mi cabeza, y al que le pueda apretar la mano sin miedo a sentirme débil. 

-¿No lleva demasiado tiempo ya en el quirófano? ¿Y si ha pasado algo malo? ¿Y si...?
-Mamá, tranquila. Ella no nos va a abandonar tan a la ligera. Sabes que luchará hasta el final. Dentro de una hora saldrá un médico por la puerta y dirá : "Ha sido todo un éxito".
-Tú siempre tan positivo. Deja ya de serlo. Deja de quitarle hierro al asunto. Tu hermana está abierta en canal en la sala contigua. Por una vez, ¡sé realista!
-¿Es ser realista el pensar que va a morir? No mamá. Ser realista es pensar que puede morir o puede vivir por igual. Que en estos instantes pueden estar pasando sus últimos momentos, y que ayer a esta hora estaba comiendo con nosotros, sonriente y sin miedo. Ser realista es esperar que mañana sea todo como antes.


Mi madre ha bajado la cabeza y se ha relajado un poco. 
Ojalá pudiera decir que va a morir. Ojalá tuviera el valor de ver todo de color negro y no refugiarme en el mundo de las posibilidades. 


Ojalá, la realidad a veces no diera tanto asco.

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