lunes, 13 de enero de 2014

Gabriel

Día 125:

El hueco de la fama

Llevo un mes fuera de casa. El grupo evoluciona bastante bien. Desde el motel "Nuevo horizonte" nos hemos trasladado a un hotel de baja categoría en la periferia de la nueva ciudad. Hemos cambiado un suelo de moqueta manchada y unas paredes mohosas por un suelo de piedra y paredes de ladrillo gracias a la fama que estamos generando. Hemos ido a una veintena de bares y varios teatros. Al principio la recepción no fue muy buena, pero poco a poco los bares se fueron llenando y los teatros se llegaron a colapsar en más de una ocasión. El productor nos ha dicho que una parte de esos beneficios irán para nosotros, para hacer lo que queramos con el dinero. A mí el dinero me da francamente igual. No es que me falte. Pero mi situación no es la misma que la del resto, así que entiendo la alegría que se llevaron los demás al recibir la noticia. 

El día a día es fácil. Levantarse tarde, comer, ensayar, dar una vuelta, cenar, tocar y tener toda la noche para uno solo. Y cuando digo solo no me refiero a falto de compañía. El otro día conocí a una tal Cristina, una chica impresionante. Llevaba una camiseta negra transparente y el pelo corto. Tenía unos ojos felinos que me cautivaron. Estuvo toda la noche bailando en primera fila, sola, sin ninguna vergüenza. Cuando terminamos de tocar se despidió de sus amigas y se me acercó con cierto descaro. Se presentó y me invitó a una copa. De la barra del bar fuimos a su piso, donde me desperté a la mañana siguiente. Cristina dormía a mi lado. Tenía el maquillaje corrido, y los ojos emborronados, pero aún así seguía generando en mí un impulso de atracción. Me vestí rápido y desaparecí de su vista. Pensé que si volvía antes de que los demás se despertaran nadie se daría cuenta de que había pasado la noche fuera. Por desgracia Sam estaba esperándome en la puerta de la habitación. Había sido un poco iluso al pensar que esa panda de cotillas no estaría vigilándome.  

En cuanto me acerqué a la puerta Sam me abofeteó la cara. Tenía odio en la mirada, un odio que nunca antes había visto. Desde que comenzamos la gira Sam se había comportado de manera extraña conmigo. La pillé varias veces mirándome de reojo y murmurando por lo bajo. Y cuando me acercaba a hablar con ella se escabullía.  Un dolor agudo me regresó al mundo. 

-¿Qué haces?¿Estás loca?
-¿Loca? ¿Te parece normal lo que has hecho?
-¿El qué, dormir fuera?¿O acostarme con otra?
-Eres rematadamente imbécil. Y cuando te des cuenta del daño que estás haciendo será tarde. 

En ese momento pensé que quizás Sam no se había olvidado de mí y se sentía celosa. Quizás ella esperaba que ahora que Luz estaba lejos podríamos tener algo. Le cogí las manos y las puse en mi pecho. Luego le sonreí.
-Esa mujer no es nada para mí. Y lo sabes. No sé qué ha cambiado para que no pueda compartir la noche con quien quiera. 
-Gabriel, no sabes...

En ese momento Marcos salió de la habitación frotándose los ojos. Le habíamos despertado con el jaleo. Me dio un codazo y me dijo que si había "descansado". Y de repente recordé el día del karaoke, y sentí en la boca un regusto amargo.

La gira estaba cambiándome. Me había convertido en un hombre de instintos. Olvidé mis sentimientos y mis metas, y me hice prisionero de la fama. El sexo, el alcohol, algunas sustancias no del todo legales, la música...habían llenado mi vida con una falsa felicidad. Pero esa felicidad me llenaba. Quería más. 
Sé que si Luz se entera de lo que estoy haciendo aquí dejaría de esperarme. Pero no me molesta que conozca a otro hombre. Ella es libre, y no pienso ser el único dueño de su corazón. Pero si pienso de verdad así, ¿por qué noté esa amargura en mi boca? Quizás sea la cerveza. 

Después de ese día seguí viendo a Cristina. Nos complementábamos. Era  agresiva y cálida, y tenía un cierto grado de locura que la volvía impredecible. No sabía nada de su vida, y ella tampoco sabía de la mía. Y eso lo hacía más misterioso y apetecible. Hoy he quedado de nuevo con ella. Hasta que me canse, disfrutaré de su compañía. 



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