jueves, 16 de enero de 2014

David

Un nuevo comienzo

No sé qué me ha traído hasta aquí. No sé si es por una búsqueda de la independencia, o por evasión, o incluso por necesitar un cambio de aires. Aunque no tengo claro el motivo, la realidad es que me he ido de casa. He dejado atrás a mis padres, a mis amigos y mi trabajo. Y lo extraño es que no me siento vacío. Me siento lleno de emoción. Como cuando un niño visita un parque de atracciones por primera vez. 

Irme no me costó mucho. Mis padres no me pidieron explicaciones ni me suplicaron nada. Tan solo sonrieron y me dieron una palmadita en la espalda. Me fue más difícil decirle adiós a Irene y a Luz. Irene está con una chica desde hace bastante tiempo, y se la ve muy feliz. En cuanto a Luz, bueno...está oronda. Tiene un barrigón enorme. Cuando la veo no puedo evitar reírme. Una chica con patas de alambre y brazos huesudos, con el cuerpo de una bola de demolición. Además pierde el equilibrio constantemente, y se pega culazos por todo el suelo. La última vez fue al salir del cine. Creó un atasco en la salida. No podía levantarse y aunque yo intentaba ayudarla no podía levantarla, porque no podía parar de reír. Era muy cómico. Luz no dejaba de maldecir a voces y de amenazar con poner una reclamación por no tener un acceso amplio para mujeres embarazadas. Ese día nunca lo olvidaré. 

Otra vez estábamos lavando a Conan en el patio. Cuando terminamos de enjabonarlo Luz cogió la manguera y sin darse cuenta abrió la llave totalmente. La presión que llevaba la manguera la lanzó para atrás, y como el suelo estaba lleno de agua y jabón se deslizó por todo el patio. Y parece ser que Conan no quiso perderse la diversión, y la persiguió entre ladrido y ladrido. Voy a echarla de menos. Le pregunté si me necesitaba allí y me dijo que no le hacía falta, que lo único que sabía hacer era reírme de ella y su gran culo. Y en parte tenía razón.

Encontrar piso no fue difícil una vez que elegí el destino. Y elegirlo tampoco lo fue una vez que encontré trabajo. Aún sin estudios, la experiencia del anterior trabajo me ha abierto puertas. No ha mejorado mucho el salario, y a decir verdad, trabajo más horas que antes. Pero veo el mar. Ahora entiendo la expresión de Luz cada vez que hablaba de la playa. Es maravilloso. 

Oigo romper las olas contra el espigón desde mi apartamento. Cada mañana me despierto rodeado de una brisa fresca, que perfuma la habitación con un suave toque a sal. Los sábados por la tarde, aprovecho el buen tiempo y me siento en la terraza para dejar que el sol caliente mi piel. Es una sensación tan agradable. El bullicio me llena de vida. Cada mañana, mientras voy de camino al restaurante, veo a corredores pasar, unos detrás de otros. Algunos llevan auriculares, otros van en grupos. Otros, simplemente, disfrutan del ejercicio. En mi descanso, camino por el paseo marítimo. Me gusta el color de la piedra del suelo, y el sonido de la arena crujiendo bajo mis pies. Cientos de personas se relajan a la orilla del mar. Los niños corren y se salpican, y se tiran de cabeza al agua. ¿Cómo no iba a disfrutar esto?
La noche contrarresta el calor de mediodía. Es fría, pero confortable. Las terrazas de los bares se llenan de gente joven. Da igual si son extranjeros o si proceden de otra parte del país. No importa. Se ríen con las mismas ganas. 

El mar hace que todo deje de tener importancia. Ves los problemas como algo pequeño, en comparación con la inmensidad del océano. Te das cuenta de que el ser humano ha conseguido navegar por encima de toda esa masa de agua. Y el miedo a lo desconocido desaparece. Quiero envejecer aquí. 

Dentro de nada tengo que volver a pagar el alquiler. La verdad es que es bastante barato vivir en la playa. Aunque he de decir que no pago el alquiler solo. Claudia paga la mitad. Vivir con ella es muy fácil. No habla, no ensucia, no hace ruido. Parece como si no existiera. Pero existe, porque de vez en cuando siento su presencia rondando por la casa. Viene de muy lejos. ¿Argentina? Creo que sí. Si hablara más sabría distinguir su acento, pero apenas asiente cuando le pregunto algo. Y la verdad es que tampoco me molesta que no hable. Aquí, el único sonido que no quiero que falte es el de las olas. 

Van a hacer cuatro meses desde que se fueron mis amigos. El tiempo pasa rápido. Cada uno está a lo suyo, y no deja espacio para la preocupación. Lo último que sé de ellos me vino por boca de Marcos hará quince días. Ha tenido ciertos problemas sentimentales con la bajista. Resulta que empezaron a gustarse pero el otro guitarrista se puso por medio. Le comió la cabeza a Bridget diciéndole que el culpable de la muerte de Lily fue Marcos. Y la bajista dejó de hablarle. No sé si lo habrán arreglado. Espero que si. Nadie tiene la culpa de que una persona decida quitarse la vida. La culpa la tiene la sociedad en general. Pero es muy duro decirlo públicamente, porque a nadie le gusta que le carguen un muerto encima. 

Han recibido muchas cartas y correos de fans. De hecho ya tienen página oficial. Están progresando a pasos agigantados. Marcos no sabe cuándo volverán. Técnicamente, la gira terminaba a los cinco meses, pero están pensando en alargarla unas semanas más. Si la alargan, Luz se va a tirar de los pelos.

Antes de colgar le pregunté por Sam, y me dijo que estaba bien. Que, a veces, la notaba ausente, pero que sería por algún amor pasajero de esos. Me encantaría poder decir que me alegro. Pero estoy cansado de fingir desinterés. La verdad es que no me alegro en absoluto. La verdad es que no he olvidado su mano en el cristal trasero del autobús. 

Está terminando el verano, pero el calor no cesa. Siguen viniendo turistas y el restaurante está en su mejor momento. Sé que en invierno me veré en la calle. Pero el mar no es bueno en invierno. Demasiada melancolía junta. Hasta que mi contrato termine, seguiré disfrutando de esta calma... Sin agobios, sin martirios, sin ella.

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